Mi primer recuerdo definido es el rodar de una pelota, amarilla con gajos verdes, con el nombre impreso por doquier del banco donde trabajaba mi madre. De esas redondas que se regalan constantemente en cualquier evento. Siempre tomadas como el juguete más simple pero siempre contienen un mundo lleno de ilusiones y sueños.
La afición a la redonda se lleva en el cuerpo, en la mente, en el alma. Puede parecer radical y tajante pero para ser futbolista se nace, no se puede enseñar lo que por instinto debe tu cuerpo hacer. Ese instinto que te hace saber el instante preciso y adecuado para dar un toque de balón, con el empeine, con el interior, de volea… esa sensación que en el momento mismo del golpeo solo uno puede tener: la fuerza del pase, la velocidad, la distancia: eso que no se puede enseñar, que se puede imitar pero jamás igualar, eso que se trae en las venas… con lo que se nace… lo que te hace diferente de los demás.
No sólo eres diferente tú del mundo, es diferente tu forma de pensar, tu forma de imaginar… contemplar rivales feroces expectantes en un bote de basura, en muebles, en familiares… llevar la redonda en tus pies tirando paredes con los muros, con los bordes raros de los ocupantes inertes de la casa, buscar la geometría aplicada en un rebote que conviertes en un pase devuelto por ese yo imaginario representado por tal objeto que por un instante es parte de tu equipo. Todos esos yo imaginarios que te ayudan a lograr el premio final: EL GOL! Ese gol que de niño gritas al cruzar de un chute las puertas, ese golpe educado que le das a la redonda para que se coloque entre las patas de la mesa, siempre cauteloso que el mundo como lo conocemos no irrumpa en tan excelso remate.
Desde ese primer recuerdo y hasta hoy, he aprendido algo tan cierto y único como la vida misma: ¡La Redonda nunca falla!
Basta una redonda, del tamaño y material que sea: ¡no importa!, sólo basta una redonda para encender en los infantes las emociones más intensas y los sentimientos más nobles, crea en los adolescentes una meta, ese sueño de llegar a profesional, de ser como el tipo del afiche, que los adultos que hoy se apasionan, algún día hablen de este muchachito como hoy hablan del jugador hecho que miran por televisión y, que algún día, esos adultos que hoy conocen todas las estrategias, las diferentes formaciones y que el paso del tiempo en su vida los ha vuelto los grandes directores técnicos, al volverse ancianos imploren por algún otra estrella que sea como aquel muchacho que vieron correr por las canchas del mundo.
No importa tu edad, no importan tus colores, no importa nada más que las ganas de hacer magia con la Redonda… cuando rueda, cuando la “caprichosa” gira, el mundo… el mundo simplemente se detiene.
Twitter: @Pa10minho