Llega una época en la vida en la que valoras tu tiempo y decides mejor en qué partido de fútbol inviertes 2 horas, la liga mexicana pocas veces es opción.
Dice Juan Villoro que en México, ya hay más seguidores del Barça que del Atlante, y sentencia que es otra paradoja de la globalización. Ser aficionado de un equipo mexicano no es opción porque ya no hay empatía con el buen fútbol, guiado por las televisoras su principal objetivo es reventar el calendario y saturarlo de partidos en los que los equipos intentan ‘guardar’ el resultado, ganar como sea, aunque te duerman mientras esto pasa.
No habrá tampoco empatía a futuro porque mataron los domingos de fútbol, los metieron en viernes por la noche, ante la falta de fútbol mexicano es muy fácil ver la Premier, el Calcio, la Liga, la Bundesliga, hasta la Ligue 1. Cuando ves la calidad de estas ligas en técnica, intensidad y planteamientos tácticos es muy difícil dejar de seguirlas.
Aquellos que pueden mantener el fútbol mexicano vivo por su amor a unos colores, por identificación, son los niños y actualmente gracias al genio de los horarios son los que menos lo ven.
A todos nos ocurre que un día la liga local ya no es suficiente, es natural, si te gusta el basquetbol vas a querer ver siempre la NBA, no es una cuestión de nacionalidades sino de admirar ese deporte que tanto apasiona al nivel más alto.
El fútbol mexicano debe cambiar, aspirar a algo, ver a otras ligas, dar mayor importancia a la calidad de los juegos, dejar de vender equipos como franquicias que cambian de ciudad, perdiendo identidad. Después de todo el Atlante ya iba en el camino, sus colores son del Barça, está en la playa, aunque su fútbol sea la receta ideal para quedarse dormido.